Harto.
Harto y hastiado de un sistema que recompensa la mentira y la subordinación por encima del interés común. Harto de una clase política que se envilece a través del enriquecimiento personal y que se creen los señoritos del cortijo. Harto de asistir en absoluta perplejidad al espectáculo circense que día sí y día también hace aparición en los medios de comunicación. De aquellos que para justificar sus mentiras niegan las evidencias, de los que engañan a través del "perriodismo", de los que poco cambian para que nada cambie, de aquellos que para apagar un fuego deciden utilizar más gasolina.
Harto de los que se profesionalizan en política para blindar sus redes empresariales, de los que trepan como orugas con el único fin de engordar sus cuentas bancarias a costa del erario público. Harto de las mafias legales, de los nuevos patricios, de los que compran y someten voluntades. Harto del amiguismo entre los profesionales de la ley, de los que creen que su existencia está por encima del resto y se atreven a despreciar y denunciar a quienes denuncian sus fechorías. Harto de los que expían sus propias culpas en el más débil, para quienes periodismo significa sensacionalismo y se pervierte en un grosero populismo.
Harto de los que apoyan unas guerras y niegan otras, de quienes actúan en consecuencia... de sus intereses privados. Harto en definitiva, de quienes han hecho de su profesión el robo y la extorsión desde la impunidad, de quienes han decidido que una "demos-kratos" se basa en representantes y representados.
Pero lo más horroroso y deplorable es la condescendencia y la sumisión de una sociedad que ha aceptado la profesionalización del hurto como un mal menor, de quienes aceptan como condición sine qua non la naturaleza corrupta del político y mendigan un pedacito de bienestar justificando con votos la existencia del burócrata corrupto de un color u otro.
2 comentarios:
Muy bueno el texto!!
Gracias por el comentario Punkarra. Un saludo y nos seguimos viendo por acá.
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