Después de un verano movido en el que la imagen del presidente Sarkozy se ha visto muy deteriorada por su implicación en el escándalo L'Oréal y los conflictos sociales derivados de sus políticas neoliberales, este siniestro personaje ha resuelto buscarse un chivo expiatorio y así desviar atenciones mediáticas para intentar subir su maltrecho índice de popularidad. Entre Sarkozy y los valiosos consejos de su gabinete de imagen corporativa se ha decidido que lo más efectivo es cebarse con los más marginados, y ahora les ha tocado el turno a los gitanos rumanos.
Y por fin, la ciudadanía celebrará que un patriota francés se haya ofrecido a luchar contra la pobreza, y no precisamente escondiéndola bajo la alfombra, como ya nos tienen habituados las élites políticas y económicas, sino lanzándola por la ventana... Otro gran estratega de la distracción, sin duda.
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